jueves, 3 de noviembre de 2011

La historia de los señores de la cafetería de la esquina. Parte I.

  Tengo una pequeña costumbre de no poder evitar mirar a la gente e imaginarme sus vidas, lo que sienten, piensan, viven, aman, odian. Su rutina, sus trabajos, sus familias, sus amigos, sus amores adolescentes, sus creencias, lo malo que pueden esconder, las cosas lindas y feas que les pasaron. Siempre observo, observo a todos a mi alrededor, a veces creo personalidades geniales que me gustaría que fueran mis amigas, otras veces comienzo a imaginar gente que no me bancaría tener ni a dos pasos mío.
  Todo esto de observar tanto, a veces me da miedo, la gente se te queda como: "¿Qué me mirás pendeja de mierda?", más que nada cuando voy  en el tren Roca vestida como una chetita universitaria, llena de papeles, cajas, cajitas y cajotas. También me da miedo, porque me hace dudar de mi salud mental... pero bueno para eso tuve y tengo a los psicologos a los que acudo desde los cinco años (bueno, sí, lindos mambos tengo. Todo empezó porque sufría de los nervios, sí con cinco años, y se me caía el pelo. Ese día empezó el circulo vicioso entre nervios-yo, yo-psicólogo)
  A lo que quería llegar cuando comenzé a escribir, es que en la cafetería/heladería de la esquina del negocio de mi mamá, donde solemos ir a desayunar los jueves con Papá y Paulina, se juntan religiosamente ese día un grupo de seis o siete hombres. Seis o siete hombres, entre los 30 y 50 años de edad... y un día mi cerebro los captó y no pudo parar de imaginar sus vidas. Hoy, cambiamos de rumbo con papá y cuando volvía al negocio, los vi y decidi plasmar las cosas que imaginé en papel virtual.
  Todos toman café con medialunas, el café me hace pensar en gente que lleva una vida totalmente saturada... nunca concebí la idea de que alguien tome café por gusto si bien conozco mucha gente que lo hace. Considero, en realidad imagino, que los jueves deben ser como ese break para desayunar entre amigos, tranquilos, leyendo el diario, comentandose lo que hicieron durante la semana.
  Para mí, están todos casados... hay uno en particular, que recuerdo que una vez lo vi con una camisita cuadrillé azul igual a la que se compró Tino con la plata de su cumpleaños, que parece el más feliz con su vida martrimonial (la que yo supongo que tiene, con una hermosa mujer y unos pequeños preciosos)... pero no se si es que esta feliz con la familia que imagino que tiene o feliz con lo bien que maneja su familia mientras engaña a su mujer con una compañera de trabajo diez años más joven y bastante rapidita. Tal vez es feliz con las dos cosas a la vez, su familia lo hace feliz en algún punto porque sin ellos no tendría más que un garche asegurado con una que se debe garchar al resto de sus compañeros de trabajo también. Imaginar esto acerca del pobre tipo, a veces me hace sentir una basura, pero es lo que mi cabeza fabrica al observarlo hablar, moverse, desenvolverse. Este muchacho al que voy a llamar Martín, porque tiene mucha cara de Martín, para mí juega al tennis en el club, debe ser un padre de esos que son puro amor y un marido de esos que toda mujer envidiaría (exceptuando el hecho de según mi cabeza, le es infiel a la mujer, claro). Martín, tiene cara de bueno, pero en mi cabeza es un mujeriego empedernido y sabe muy bien como maquillar este rasgo que tiene y manejar toda situación que pueda hacer dudar a la gente de su perfecta vida feliz.
  Pobre gente, yo las miro y me imagino una tremenda historia acerca de sus vidas... a veces tienen suerte e imagino cosas divinas, me parecen geniales sus personalidades en mi cabeza y a veces, como con Martín, les doy con un caño porque me caen mal. Lo peor de todo es que tal vez, Martín es un buen padre, un buen marido y realmente ama a su mujer y en realidad la rapidita y come hombres es su hermosa mujer que se coje a su personal trainer, su jefe y de vez en cuando a algún que otro compañero de tennis del marido. Pero bueno, nunca lo sabré, porque aunque me ponga a hablar con Martín, que tal vez se llame Facundo o Matías (aunque estoy segura que es Martín y si no es Martín, es algún nombre que empieza con "M"), nunca me va a contar toda su vida y si me la cuenta, no me va contar cada detalle porque todos omitimos pedazos de nuestra existencia a veces. Igual creo que lo más lógico sería decir que no le contaría cada detalle de su vida a  una total desconocida, como 18 años más chica que él porque ella quiere saber si todas las suposiciones bastante hijasdeputa que hizo sobre él son reales. (¡Ojo! En una de esas todas mi suposiciones son reales y me quiere seducir por ser más jóven que su esposa... Igual, les digo algo, según mi imaginación, yo no soy su tipo de chica).
  Esta es la historia imaginaria que pensé sobre uno de los señores que se juntar religiosamente todos los jueves en la cafetería/heladería de la esquina, proximamente seguiré escribiendo sobre ellos y sus vidas... al primero le di con un caño pobre, hay un par que me caen mejor y otros que me parecen aburridos, pero en fin.
  Espero que aquellos que lean (si es que alguien lee esto) no piensen que estoy totalmente loca, porque no lo estoy. Llegó la hora de arrancar (con esto me refiero, pararme de la computadora, ir a fumar un pucho, ir al baño, esperar a Marian) hacia la facultad a bancarme una vieja chota que lo único que piensa es vender vender vender y a una compañera que le encanta completar las frases que la anterior dice. Dios, noviembre terminá así me regalás unas hermosas vacaciones de verano que tanto espero.

1 comentario:

  1. Sabés Laucis, yo hago exactamente lo mismo cuando viajo en colectivo y me puedo sentar en la fila de un solo asiento. Elijo a alguien al azar (ponele que es así y no porque en realidad fue el que me llamó más la atención dentro de mi perspectiva visual)y empiezo a imaginarme su vida según su aspecto y toda la cosa, es bastante extraño, pero me re gusta hacerlo; siempre dije que tengo que llevar conmigo un cuaderno de todas supuestas historias de vida.

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